jueves, 23 de diciembre de 2010

En directo-LA ENCRUCIJADA DEL TEXTO

En directo-LA ENCRUCIJADA DEL TEXTO

Un libro de texto es un recurso didáctico que acopia saberes enciclopédicos, y cuyo discurso parece inmóvil e inapelable. Nada hay más acrítico que un libro de texto. Y sin embargo, tradicionalmente ha sido el soporte principal de los materiales curriculares. Los grandes teóricos curriculistas saben que las situaciones de enseñanza obligan a conformar un libro de texto que sea herramienta adecuada para la transformación. Todos sabemos que el libro de texto no es el único medio del proceso enseñanza aprendizaje, pero la práctica didáctica siempre se empina sobre él. 

¿Quién pre-establece la secuencia y organización temporal de los contenidos? ¿Quién pauta la adecuación al contexto de los educandos? ¿No es a partir del libro de texto que se explicita el currículo? ¿Quién distribuye los mandatos para integrar los otros medios convergentes? ¿Quién dice los objetivos que se pretenden alcanzar?

En el complejo entramado de la enseñanza, particularmente en países como el nuestro, el texto es el currículo.

Es por eso que es muy grave que los llamados textos integrados coloquen la enseñanza del español únicamente en los instantes episódicos que le permita al maestro el desarrollo de los otros temas programados en el índice. No existe una sola experiencia curricular en el mundo en la cual la lengua materna se sitúe en los intersticios de los otros discursos del saber. Únicamente en la República Dominicana se puede dar un caso así. Si partimos de que en la educación básica las clases normales transcurren de ocho de la mañana a doce, y de que el libro de texto pauta los temas a desarrollar, dentro de los cuales no aparece la enseñanza del español, midiendo la frecuencia de los mandatos (12 por cada libro referidos al español, como promedio), calculamos que no se dedicarán más de quince minutos por tandas a la enseñanza formal del español, siempre y cuando el profesor lo decida. Y eso no puede ser. La educación básica dominicana es la de más bajo cumplimiento de la hora-presencia en el aula en todo el continente. De cuatro horas diarias, según las estadísticas, no alcanzamos ni a dos y media efectiva. ¿Cuál será el destino de una asignatura que no aparece consignada en el libro de texto, y cuya importancia es troncal para la enseñanza?

Melanio Paredes debe saber que la crisis de la educación dominicana se vincula estrechamente con la crisis de la enseñanza de la lengua, y que la lengua es el lugar de la interacción de la vida mental y de la vida cultural y, a la vez, el instrumento de esta interacción. Se puede escudriñar una computadora, diseñar planos geométricos para poblar un espacio, aprenderse de memoria la legislación dominicana, conocer en detalle la anatomía humana, etc; sin que, en apariencia, un acto consciente saque a flote la participación de la lengua. Pero la lengua ha estado allí, distinguido Ministro, en la sutura de la percepción y la memoria, en la capacidad de proferir significados, en esa manera de apropiarse de la realidad que el concepto estructura, en las palabras, en los signos, en los símbolos que inventamos para inventar el mundo.

Junto a muchos otros señalamientos, atinente a la especificidad de la formación e identidad del Estado-nación, la encrucijada del texto integrado es que esfuma la enseñanza formal de la lengua.


De Andrés L. Mateo

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